La palabra co-working ya se oye en cafeterías, tertulias e incluso en la calle. Significa «trabajar en comunidad» y se calcula que en Barcelona hay unos 50 espacios de co-working. El co-working no es nuevo, en esta ciudad. A principios de los años noventa, en Poblenou, ya aparecieron fábricas ocupadas, o alquiladas, en las que se juntaban arquitectos, fotógrafos, artistas y escritores.


La mayoría de estos espacios cayeron víctimas de los piquetes y los que aguantan, como La Escocesa, lo hacen en un paisaje apocalíptico que incluye fábricas quemadas. Algunos de los que se formaron en aquellas fabricas han emigrado a Marsella, Berlín, Caracas o Ciudad de México.

En plena crisis, el co-working se ha trasladado a pisos del Eixample o los bajos de Gracia o del Poble-sec, y se ha convertido en un fenómeno social anticrisis que, en parte, revoluciona las viejas estructuras de trabajo y que apuesta por lo que se conoce como co-cultura o trabajo horizontal. El primer espacio de co-working que conocí en Barcelona fue el de La Col, en Sants, cuando para ir tras los pasos de los emprendedores encontré a Carles Baiges. La Col nació como un local alquilado a un precio asequible, al que una docena de jóvenes arquitectos iban para desarrollar sus proyectos de final de carrera, y se ha acabado convirtiendo en un espacio en el que arquitectura y la transformación social van juntas , y en el que los arquitectos colaboran y firman como colectivo.


Ahora que en Barcelona florecen los emprendedores, yo busco un lugar de la ciudad que los acoja. Prácticamente todos los que he entrevistado citan Michel Bauwens como uno de sus referentes y llaman un espacio, el MOB, como un lugar de trabajo. Michel Bauwens es filósofo, fundador de la Foundation for Peer-to-Peer Alternatives y teoriza sobre el trabajo entre iguales como una nueva lógica que puede cambiar las formas de organización y producción social. El MOB es un espacio de co-working.


Ayer busqué el MOB (que son las siglas que en inglés de Makers of Barcelona, ​​se podría traducir como «Los que hacen de Barcelona») y en la puerta me encontré con Albert Cañigueral, que, en unos meses, se ha convertido en el referente sobre economía colaborativa de la ciudad. Tenía una cámara delante y intuí que la estaban entrevistando.


La creadora del MOB es Cecilia Tham, que llegó a Barcelona hace una década y, en 2011, abrió este local donde se juntan casi a diario 80 personas que se dedican al diseño, la emprendeduría o la innovación. Cecilia estudió arquitectura en la Universidad de Harvard y vino a Barcelona para estudiar «las Rondas». Encontró un hueco: la falta de espacios comunitarios donde intercambiar ideas, crear comunidad o poner en marcha proyectos. Algo cotidiano en Harvard. Ayer me contaba sentada en un sofá mientras entraba y salía gente, y otros estaban sentados en grandes mesas.


Decía que en Madrid los co-working funcionan y la ciudad les reconoce como espacios de creación. «Barcelona no puede perder esta oportunidad», reflexionaba.

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