Por: Ulrick Noel, Senior Manager de Innovación en Consultoría, Deloitte México.
Escuchamos con frecuencia que muchas cosas cambiarán después de que pase la actual crisis a causa de COVID-19, pero no sabemos con certeza hasta qué punto. De lo que sí estamos conscientes es que hoy las empresas y su capital humano ya están colaborando bajo distintos esquemas –trabajo remoto, espacios de colaboración virtuales, oficina y capacitación en casa– que les han permitido mantener la continuidad de su negocio, atender a sus clientes, permanecer en el mercado y seguir siendo rentables.
Con esta disrupción, las organizaciones también se han dado cuenta de que muchas de sus prácticas tradicionales no tienen mucho sentido hoy: arrendar grandes áreas por largos periodos, pagar altos costos por el aprovisionamiento de servicios e infraestructura, mantener una alta concentración de empleados, entre otros.
Al mismo tiempo, están haciendo reajustes en sus gastos fijos y variables, buscando nuevos vectores de ahorros y en los casos más extremos, reducir su plantilla. Volver a la “normalidad” no será sencillo, pero están considerando alternativas que les permitan seguir manteniendo en marcha sus motores, fortalecerse y prosperar en los próximos meses.
En la era post COVID-19, los espacios de coworking tienen el potencial de convertirse en una opción viable que se adapte a los nuevos objetivos de las empresas y operar desde ahí de manera segura y eficaz. Al ofrecer áreas de trabajo flexibles y una infraestructura robusta, pueden convertirse en el lugar de trabajo al que acuda el personal que desempeña roles estratégicos y que tiene que laborar de forma presencial.
Para poder convertirse en esa alternativa y así acompañar al negocio, el esquema de coworking tiene que pasar por una transformación a fondo y bien planeada, así como replantear su oferta. Su reinvención incluye funcionar bajo un nuevo modelo de negocios a través del cual se provean servicios alternos, talleres en línea, espacios de colaboración virtuales; todo sin dejar a un lado su rol de facilitadores de comunidades.
De igual forma, el uso de los espacios comunes ya está siendo modificado. Y es que bajo la nueva normalidad podrían requerirse espacios divididos, aislados y contar con oficinas privadas, limitando los encuentros entre personas de diferentes equipos y empresas, algo que diferenciaba al coworking de las oficinas tradicionales.
Una práctica esencial será también los protocolos de limpieza y desinfección que se sigan a futuro, así como las medidas sanitarias para tener acceso a las instalaciones, conservar el distanciamiento social, permitir un número máximo de personas en cada reunión y ofrecer horarios escalonados.
Esta reinvención del coworking está estrechamente ligada a la propia reinvención de las organizaciones, acelerada por la pandemia, así como a la alta capacidad de adaptación y resiliencia de ambas partes.
La migración a los espacios compartidos no será inmediata sino gradual, especialmente porque muchas organizaciones aún están siendo cautas –y parecen no tener urgencia– en regresar a un espacio físico; se han adaptado al trabajo remoto y siguen preocupadas por la salud y seguridad de sus colaboradores.
Por ahora, los líderes empresariales están considerando varios factores en el momento de decidir quiénes necesitan regresar al trabajo, qué espacios conservar, definir servicios empresariales críticos y determinar qué funciones y roles deben estar presentes y cuáles pueden realizarse de manera remota.