¿Inteligencia artificial anula la humana?

Las opiniones expresadas por los columnistas son de su total y absoluta responsabilidad personal, no compromete la línea editorial ni periodística de LA CRÓNICA S. A. S.

No pretendemos minimizar o subestimar la importante función de la tecnología, la robótica, la cibernética, la ciberseguridad o el avance de las fuerzas productivas en el desarrollo moderno.

Lo que sí conviene precisar, es que en el actual siglo donde se anuncia la prevalencia del ser, los derechos y la dignidad humana, no puede tener cabida, apreciación alguna que tienda a justificar la esclavitud del ser a la máquina, a la tecnología, al desarrollo de la ‘modernidad’, del consumismo y mucho menos del capitalismo salvaje.

Hoy por hoy, instrumentos como los computadores o celulares están subsumiendo tanto al cerebro humano, como a la colectividad; pues si bien es cierto acercan las distancias, en la práctica aíslan lo cercano. Como si fuera poco, nos están condicionando de tal manera que nos han cosificado con sus sistemas, programas y métodos artificiales, los que nos está llevando a desechar las ciencias sociales, humanas y sicoanalíticas, además de la actual crisis de principios, valores humanos y espirituales,  hasta el punto que para cualquier trabajo y en cualquier institución, creen que es más apetecible y rentable contratar tecnócratas de sistemas que sicólogos, siquiatras, trabajadores sociales, economistas, abogados, historiadores o cualquier otra clase de humanistas. Hemos llegado al punto en donde se nos condiciona tanto, ya no solo subliminal, sino directamente, que, si alguien sale de su casa o su trabajo, sin su celular, considera que falta la mitad de su vida y se regresa por el o se siente incompleto. Que se duerme y amanece con su teléfono móvil, que piensa, escribe y habla por usted; que son los primeros y últimos en consultar día y noche en un promedio de 2.000 veces por persona, sin valorar el grave perjuicio que, para la salud y la vida en sí, pueden ocasionar sus radiaciones, trasmisión de ondas y demás afectaciones sensoriales.

Se ha llegado al colmo que muchas personas prefieren adquirir un celular de alta gama sin pensar en la inseguridad que ello genera, antes que resolver necesidades básicas del estómago, la salud, la educación o la familia.

En tiempos de pandemia, tal crisis ha sido mayor, pues nos obligaron a circular controladamente en el mundo de la virtualidad, con los jugosos beneficios que ello trae para las grandes transnacionales y a los pocos bolsillos de los dueños del imaginario colectivo, manipulados además por muchas redes sociales y la sociedad de consumo.

En conclusión, la tecnología así manejada, se ha convertido en una adicción cancerosa de la sociedad moderna y deja de ser un servicio hacia los sectores sociales, familiares, empresariales e institucionales que así lo interpretan, convirtiéndose las personas en servidores y alienados sumisos  de la tecnología y no a la inversa como debiera ser, puesto que jamás en una sociedad verdaderamente desarrollada el hombre puede ser un esclavo de la máquina, sino su orientador y manipulador instrumental.

Es de advertir que no todo se puede decir por las limitaciones de una columna, pero sí pretendo abrir el debate y la controversia en torno a los diversos enfoques que este artículo pueda concitar.

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